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Cartí, territorio Kuna

Pilar Sierra
Pilar Sierra nos lleva a las islas de Kuna Yala
Cartí, Panamá
Fotos de: Pilar Sierra e Iker Iraizoz
En lancha desde Colombia llegamos a Cartí, una de las muchas islas de Kuna Yala. Nada más atracar en el embarcadero, se nos acercan varios lugareños para contratar el servicio de vehículos todoterreno directos a Ciudad de Panamá. Pero ese momento ya llegará, ahora toca disfrutar de esta región. La belleza imponente del paisaje caribeño queda un poco deslucida al mirar de cerca, pues en Cartí el mar se usa como vertedero y letrina. El poblado es un conjunto de casitas de madera y caña, por cuyas ventanas y puertas abiertas se atisban las hamacas multicolores donde duermen sus habitantes. No hay electricidad. Las calles son caminos de tierra húmeda apisonada que invita a caminar descalzos, aunque en mi caso prefiero conservar las sandalias. Aparte de las viviendas, sólo veo una escuela y un par de comercios donde venden los productos más básicos. Las mujeres son quienes mantienen viva la famosa tradición textil kuna. Lucen orgullosas las blusas, pulseras y pañuelos con estampados geométricos llenos de filigranas multicolor. Me han comentado que, si quiero comprar tejidos típicos, es mejor dirigirse a las mujeres por si alguna está interesada en vender algo de su propio uso. Me fascinan los pañuelos rojos con ribetes amarillos que lucen y decido acercarme a una madre con un niño para preguntarle. No habla castellano así que nos entendemos por señas, al principio sin mucho éxito pues intenta venderme otro pañuelo, el clásico rojo americano que llevan muchos rockeros. Le indico que no, que quiero uno como el suyo, e inmediatamente se lo saca de la cabeza y me lo vende. Es más, le pido que me enseñe a llevarlo y ella misma me lo coloca. Disfrutando del paisaje llega pronto la noche y me gustaría hacerme también con una pulsera kuna. Me adentro con mi linterna por el laberinto de casitas, buscando a alguien que me pueda indicar dónde conseguir una. Estas pulseras consisten en un larguísimo hilo con cuentas, que se va enrollando alrededor de la muñeca o la pantorrilla y conforma un dibujo geométrico cuando está terminada. Una mujer me guía a la cabaña de una vecina de avanzada edad, que me ofrece un pequeño surtido. Elijo una azul y negra y, casi a oscuras, la anciana me la anuda hábilmente en apenas unos segundos. A la mañana siguiente toca recoger la tienda de campaña y poner rumbo a la capital panameña. Un bote a motor nos acerca a tierra firme y, desde allí, continuamos nuestro viaje en todoterreno, cruzando accidentados caminos que -abiertos en medio de la selva- salvan la escasa distancia que separa el Caribe del Pacífico.

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