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Combate de flores en Arandas

Alfonso Suárez Pecero
"(..) no sé lo que tiene, se mete en el alma y en los corazones…”
Jalisco, México
Fotos de: Alfonso Suárez Pecero
Te dirán: “Arandas se mete en el alma y en los corazones”; y algo de eso hay cuando uno acercándose divisa, tras una multitud que se agolpa absorta y expectante para ver el espectáculo, cientos de cabalgantes elevados sobre sus caballos. Se trata del afamado Combate de Flores, que se celebra el 16 de septiembre, el día después de la conmemoración del Grito de Dolores, con el que dio inicio la Guerra de Independencia de México. Con un nombre que por sí mismo ya es sugerente, atractivo, esta cabalgata está repleta de simbolismos. Promovido en los años treinta para sanar a la población de los estragos que había causado la cruenta Guerra Cristera, se tuvo el gran acierto de sustituir las balas por las flores, sustituyéndose entonces los cruentos enfrentamientos entre laicos y católicos por el cautivador cortejo de hombres a mujeres. Haciendo frente a una llovizna que estuvo presente durante toda la mañana,  miles de arandenses y foráneos salieron ayer a la calle para participar de este gran evento. A lomos de sus caballos desfilaban sin prisas jinetes, parejas de amantes, charros y escaramuzas, quienes durante horas estuvieron recorriendo las calles del centro de la localidad, en un circuito cerrado, comprendido entre el esbelto templo de San José Obrero y la austera parroquia de Santa María de Guadalupe. El ambiente, festivo, entrañaba emoción. Entre un constante repiqueteo de cascos, el sonido de la tambora y un inconfundible olor al estiércol de caballo y a las menudas y anisadas flores amarillas Santa María, las muchachas esperaban a que fueran invitadas a desfilar o contaban el número de vueltas a caballo que ya habían dado; por su parte, los hombres se prestaban a regalar sus flores o se hacían notar a través del distintivo animal que montaban. Y todo esto se sucedía ante una sociedad que sabe, como ninguna otra, dar el valor a sus costumbres y tradiciones, en las que se mira y reconoce orgullosa y en las que se refugian buscando calor, color e identidad. Y es que: “Ese Arandas no sé lo que tiene, se mete en el alma y en los corazones…”  

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