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Paraísos interiores

Bernardo Gutiérrez
En São Paulo da lo mismo lo que ocurra fuera. La belleza del mundo se concentra en las paredes coloridas, en espacios inventados...
São Paulo, Brasil
Fotos de: Bernardo Gutiérrez
Toda la belleza del mundo en una pared colorida, minimalista, revestida de botellas. La felicidad en una bizarra mesa de taberna con personajes de cómic. El hedonismo resumido en una docena de personas desperezadas sobre el suelo, dentro un océano de libros. El fucsia, el verde limón, apuñalando el gris. São Paulo apenas tiene una certeza: el paraíso se agotó bajo el asfalto. Apenas existe, el edén, como algo perdido. Por eso la naturaleza se esconde bajo siluetas de concreto. Y la garoa, esa lluvia fina que cala hasta los huesos, espanta cualquier cliché tropical que se cuelgue sobre la urbe. Quizá por eso, São Paulo, la mega urbe caníbal, reinventa el paraíso en sus interiores. Los habitantes de São Paulo se recrean en la instrospección de los lugares cerrados. Cualquier escaparate de la Vila Madalena, con sus maniquies irreverentes y/o atmosféricos, son todo un elogio a la creatividad. Las cosas –útiles, inútiles – no se tiran: se donan, reparan, ceden o venden en anticuarios kitsch. El sol, oculto por el indescifrable smog de la cidade, luce apenas dentro de los cuadros urbanoides del Museo de Arte Contemporáneo (MAM). Y las peluquerías, como la Retro de la calle Augusta, diseñan la perfección de la tropi-aurora boreal con horarios elásticos-noctámbulos. En São Paulo no temerás al infierno, no. Porque sabes que para esquivarlo basta entrar al bar Mercearia São Pedro (Vila Madalena) y sumergirse en las historietas de cómic de sus mesas. Contemplarás a un asesino con un puñal que grita “no confío en las cocineras delgadas” y sonreirás hasta la eternidad. El averno no existe en Sampa – apelativo cariñoso de la urbe – porque naugrafó hace mucho en el mar de celulosa de la sublime Livraria Cultura. No existe, no, porque siempre habrá una curva, una salida al sinsentido, en las galerías del Instituto Tomie Othake. Y es que el paraíso perdido, en Sampa, es un estado de ánimo. Para conseguirlo, eso sí, hay que mirar hacia dentro. Entra en un restaurante, siéntate, refúgiate más allá del brillo de las copas de vino. Ahora, más allá del cristal-inventa-arco-iris que te separa de la ciudad de la garoa, cierra los ojos. Texto y fotos: Bernardo Gutiérrez es periodista, fotógrafo, consultor de medios y autor de Calle Amazonas (Altaïr).    

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