Otros viajeros

0

San Martín de las Flores y su tianguis

Alfonso Suárez Pecero
"Un lugar mágico, un lugar más de la periferia ignorado por las instituciones y sus políticas centralistas".
San Martín de las Flores, México
Fotos de: Alfonso Suárez Pecero
Nos lo contó Doña Eve, una señora de tez morena, sonrisa agradable y ojos vivarachos enmarcados por una visera. Doña Evelinda, que cada domingo prepara caldo de rana para venderlo en el tianguis, dijo que se utilizaba para los niños éticos, dijo incluso que hay quien sigue aplicando el mismo remedio hoy en día. –Vienen de muchas partes a preguntarme… Se vendían aquí mismo y para eso servía; pero ya apenas las encuentras, porque hay extinción. –Pero… ¿De qué tienen que curarse los niños éticos? –Pos así se dice cuando se les ve la barriga hinchada... a lo mejor porque tienen amebas. Son los niños panzones. Entonces, se agarran las tortugas, se les corta la cabeza, y con la sangre fresca se frota la panza, y así se quita. Sin dejar de agitar los brazos para espantar las moscas de los pollos, Doña Chayo, la vendedora del puesto contiguo, miraba divertida. Sin titubear mucho, se fue acercando poco a poco para acabar explicando que también solía usarse la sangre del pichón y que, cuando sus hijos tenían empacho, ella solía cocer las tortugas con el puro arroz no más. – El caldo de tortuga está bueno, sale saladito, por lo que no se le pone mucha sal… –agregó Doña Eve– Yo las preparo a la mexicana, con jitomate, cebolla y cilantro, pero ya dejé de hacerlo, porque tienen una muerte muy cruel; hay que echarlas a una olla hirviendo y taparla para que no se escapen. Quien les puede contar bien todo esto es Doña Piedad, que tiene 87 años… Llegar al tianguis de San Martín de las Flores, un pueblito de fuerte ascendencia indígena que se resiste a ser engullido por la megalómana Zona Metropolitana de Guadalajara, es sentir como el tiempo se desbarata. Lo prehispánico late con fuerza tanto en las tradiciones culturales como en los alimentos que se apilan ordenadamente en las bandejas redondas de los vendedores. Zanates pecho amarillo, o tordos, cazados entre los nopales por medio de barcinas o redes hechas con lazo; bagres; tortugas; ranas; guamúchiles; guajes; granos crudos y cocidos de maíz; cacahuate y semillas de calabaza para el pipián verde; gorditas de harina de maíz, pero también de trigo, conocidas como frutas; y flores, como el cordón de obispo, que junto al cempasúchil llenan todo el espacio durante el noviembre de difuntos. Abajo, extendiéndose por un valle al que se llega por medio de una estrecha vía asfaltada, después de haber dejado atrás su cabecera municipal, Tlaquepaque. Abajo, en la hondonada del valle, donde el calor se aquieta y el viento se adormece, se encuentra San Martín de las Flores o Tlaxicoltzingo, que en nahuatl quiere decir “Tierra donde abundan las abejas o la cera”. Un lugar mágico, un lugar más de la periferia ignorado por las instituciones y sus políticas centralistas.

© Casa de América, 2024