Otros viajeros

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Surinam, el cruce de caminos

Paco Gómez Nadal
Nos adentramos en el país que para muchos es el gran desconocido
Surinam
Fotos de: Paco Gómez Nadal
Cuando estudiaba en la universidad, el escritor viajero Pedro Sorela nos sometió a una reprimenda sin tiempo por no saber ubicar en un ‘mapa mudo’ a Surinam. No pude olvidar nunca ni el nombre de ese país apenas con una década de independencia por aquel entonces, ni su ubicación en el mapa. Mucho después, hace algo más de 10 años, el fotógrafo colombiano Óscar Monsalve regresaba de hacer un trabajo en Surinam y me lo contaba fascinado. Recuerdo perfectamente su descripción de la mezcolanza cultural, de la calma, de la bondad que un hombre bueno como él había sabido apreciar. Surinam ha sido un destino esquivo. Es cierto que para el universo hispanohablante queda a contramano, una isla entre Guayana Francesa y Guayana, con la frontera natural del Amazonas y con la frontera comercial de los aviones. Ex colonia holandesa, Surinam es parte importante de la historia del Caribe… ¡Y de Europa! Basta leer sobre cómo se financió la Revolución Industrial y cómo crecieron en poder y en economía las colonias europeas para llegar a las plantaciones de algodón, cacao o azúcar de Surinam, un lugar que Inglaterra dejó a Holanda a cambio de Nieuw Amsterdam… ¿Qué dónde quedaba Nieuw Amsterdam? Pues es lo que hoy conocemos por Nueva York y les aseguro que en 1667, cuando se dio este trueque en el tablero del poder, Surinam era más valioso de la que ahora, con cierta pedanteríaa, se autodenomina como la capital del mundo. Bueno… llegué a Surinam. Y lo cierto es que lo hice con emoción e incertidumbre. Lo poco que pude leer sobre el país de hoy (en inglés porque el holandés me queda difícil) se quedó corto. Hay en Surinam una calma extraña que supera lo relatado por Monsalve. Un país donde la bronca no se conjuga, donde no hay los choques étnicos que se registran en Guayana -a pesar de una cierta similitud en la proporción de afrodescendientes, indios de India, javaneses o chinos-; donde el gobierno es presidido con chaqueta y corbata por el mismo hombre que desangró al país a finales de los ochenta vestido de camuflaje (Desi Bouterse); donde la pobreza teórica y real no ha desembocado en bandas armadas o pandillas incontroladas, y donde ese exceso de calma también parece desactivar cualquier reclamo social. Este post es de avance, de ubicación. Paramaribo, la capital a la que se llega desde Guayana Francesa por una carretera imposible, es un lugar bullicioso y hermoso. Al pie del río Surinam, tiene una ciudad vieja sorprendente, Patrimonio de la Humanidad, donde las construcciones de estilo holandés matizadas por aderezo del Trópico logran un conjunto paseable y disfrutable. La catedral de San Pedro y San Pablo o edificios simbólicos, como el Corner Bulding o el Palacio Presidencial, le dan estética y los acentos de las voces y de la gastronomía le ponen el sabor. Bienvenidas y bienvenidos al país que casi nadie conoce, a la cuna de Seedorf o Kluivert (a quien los futboleros conocen y creen holandeses), a uno de los territorios devorados por la fiebre del oro de este siglo XXI, a una de las últimas fronteras de la Amazonia, al lugar donde los esclavos africanos lograron primero su libertad como cimarrones en la selva… bienvenidos y bienvenidas al país de las mil historias. Paco Gómez Nadal/ Otramérica

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