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Tres posibles caminos a Machu Picchu

Pilar Sierra
Pilar Sierra nos relata las distintas formas de llegar
Machu Picchu, Perú
Fotos de: Pilar Sierra e Iker Iraizoz
Cuzco impone desde el momento en que uno pone los pies en él. Puede que sea por el carácter sagrado que le otorgaron los incas, el saber que fue la capital del mayor imperio precolombino. En mi caso, es también por la certeza de estar en la antesala de Machu Picchu.
 
Pero antes de partir hacia el santuario hay que elegir cuál de los tres caminos
posibles vamos a tomar, y en esa decisión influyen las ganas de aventura (unos son más
cómodos que otros), el tiempo y el dinero del que dispongamos.
 
Tuve la oportunidad de probar las tres posibilidades y mi favorita es el recorrido
a pie por el camino inca, que realicé la primera vez que visité Machu Picchu. Durante
una marcha de varios días, subí y bajé montañas por caminos empedrados acarreando
una mochila más pesada de lo debido. Recuerdo que los porteadores pasaban veloces
a mi lado y aún tenían aliento para desear un buen día. El esfuerzo fue enorme, pero el
cansancio desapareció cuando al tercer día llegué –casi arrastrándome- a la Puerta del
Sol o Inti Punku y tuve la primera visión de la ciudadela.
 
Otra opción, sin duda la más cómoda, es ir en tren. Yo decidí tomarlo para el
regreso tras realizar el camino inca, agotada como estaba por la caminata. Desde la
estación de Aguascalientes (el pueblito al pie del santuario) un tren de color azul me
llevó, atravesando las montañas, de vuelta a Ollantaytambo. Un taxi hasta Cuzco
completó la travesía.
 
A la última vía recurrí la segunda vez que visité la ciudadela. Resulta ser la más
barata, pero también la más arriesgada. Consiste en tomar un minibús desde Cuzco
hasta la estación hidroeléctrica cercana a Machu Picchu. Una vez allí, se continúa la ruta
caminando por las vías del tren hasta llegar a Aguascalientes, desde donde ya podemos
subir a la ciudadela. El recorrido a pie tiene paisajes bellísimos y es sencillo de realizar,
por lo que resulta tentador si el presupuesto es ajustado. Pero confiarse puede acarrear
sustos y los túneles que hay que atravesar son una buena razón para no intentarlo.
 
Realizando tranquilamente la marcha de regreso, me topé de frente con el tren al
salir del túnel más largo. Estaba ahí mismo, silencioso, en contra de lo que me habían
dicho. Tuve el tiempo justo para apartarme y meterme entre unos arbustos. Mientras lo
miraba alejarse, no podía creer que estuviera adentrándose en el mismo oscuro pasadizo
por donde momentos antes yo caminaba a tientas, ayudada por mi linterna.

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