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La poesía en América

La definición más acertada del poeta es que es “un pintor del alma”, porque en forma bella expresa los sentimientos humanos: la tristeza, la nostalgia, la alegría, el amor y toda esa gama de palpitaciones aromadas de emociones.

Todo este conjunto de pasiones dulces y amargas es lo que compone el alma y que el poeta la hace vivir con su lenguaje preciosista y la belleza de su expresión.

La poesía en América después de su descubrimiento no era original, porque trataba de imitar a los franceses y españoles, es decir a la poesía europea, pero poco a poco se sacudió del yugo extranjero y empezaron los bardos a escribir con autenticidad sus estrofas.

La poesía en América se liberó tanto que empezó a contar su realidad exterior, contemplando su naturaleza, su sub-desarrollo y también su realidad interior, para así hacer conocer, con la mayor libertad expresiva, su drama espiritual.

Sería muy largo ennumerar la cantidad de poetas que sobresalen en Hispano-América, porque tiene mala suerte quien, al menos una vez en su vida, no haya sido poeta, pues nuestro bello idioma se presta para una literatura rica y extremadamente preciosa.

En Bolivia existe abundante literatura autóctona y podemos citar a Juan Hualparrimachi, hijo de don Francisco de Paula Sanz, éste hijo del rey Carlos III y la madre una princesa napolitana.

Conociendo que su abuelo materno se llamaba Hualparrimachi, de la distinguida raza de los incas y deseando perpetuar el nombre de sus ascendientes se hacía llamar Juan Hualparrimachi. Fue un poeta melancólico y triste, porque sufría sabiendo como los de su raza eran explotados; y su poesía revelaba ese dolor. Su madre se llamaba María Sauraura.

Siendo desgraciado en sus amores, murió a la edad de 21 años, en una de las batallas que se libró por la independencia, dejando ya una basta producción literaria...

Pagó con su “sangre el tributo de su amor a la libertad”.

Otro gran poeta, orgullo de la Nación, de fines del Siglo XIX (1879-1956) fue don Franz Tamayo, dice de él la revista “Arco Iris” editada en Estocolmo (Suecia), lo siguiente: “Fue sin duda, uno de los más profundos conocedores de la lengua castellana; por eso se movía dentro de sus límites y salía de ellos con frecuencia con el júbilo del renovador y el entusiasmo del conquistador; creó un mundo poético distinto, original, desconcertante de su verbo”, y para muestra, unas estrofas de su Claribel:

En la desolada tarde
Claribel
Me vuelve el amante alarde
Aunque todo dice es tarde
Claribel
LLeva tus alas al viento
Claribel etc. etc.

En todo el mundo desde hace siglos atrás se ha cultivado la poesía, así la china, árabe, latina y la española, con su lengua dulce y armoniosa que se presta para la literatura y por eso ha dado lugar a que la gente, de sensibilidad exquisita, cultive este género abundantemente. . .

Y como escribe el gran periodista español, Angel Las Navas Pagan: “El descubrimiento de América supuso la incorporación de un vasto mundo de pueblos con multitud de etnias; a la cultura occidental europea, sin que perdieran su identidad y cultura propia, traduciéndose en una larga e ininterrumpida serie de nuevos y enriquecedores valores de las letras”.

En México en el Siglo XVI, tenemos a Sor Juana Inés de la Cruz, que con sus redondillas “arguye de inconsecuencia el gusto y la censura de los hombres, que en las mujeres acusan lo que causan”.

Esta gran poeta ya se sintió ofendida por la discriminación de que era objeto la mujer. Es decir, se adelantó con muchísimo tiempo a su época, como se nota en sus “Redondillas”:

Hombres necios que acusáis
A la mujer sin razón,
Sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis:

Si con ansia sin igual
Solicitáis su desdén,
¿Por qué queréis que obren bien
Si las incitáis al mal? etc. etc.

Si hablamos de la poesía hispano-americana, cabe reconocer que en el Siglo XIX ya tres grandes poetas como: Rubén Darío, Ricardo Jaimes Freyre y Leopoldo Lugones con su sello personal, se sacudieron del yugo extranjero y escribieron poemas con un estilo preciosista y por supuesto independizándose de la poesía de otros países y nadie podrá negar la existencia de una primera promoción MODERNISTA.

Haré un estudio breve de la gran escritora y poetisa, doña ADELA ZAMUDIO, que fue otra de las grandes mujeres de América, ella de Bolivia que se adelantó a su época, protestando por la discriminación de que era objeto la mujer.

Me atrevo a escribir algunas líneas que no dirán lo mucho que ella se merece, pero por lo menos, volcaré mi sentimiento recordando al mundo lector, las grandes cualidades que la adornan.

En épocas pretéritas la maternidad y obligaciones en el hogar eran metas, no porque ella así lo hubiese querido, sino porque la sociedad la tenía apartada de la vida pública y de los derechos civiles. Solamente el hombre aspiraba a la gloria, al poder, a la riqueza, tan fuertemente, que eran superiores a su existencia. En cambio la misión de la mujer estaba librada a dar satisfacciones al esposo e hijos, puesto que éstos son una prolongación de su vida misma.

Pero ya en el Siglo pasado (1854) nació en el valle de Cochabamba, bañado por sauces llorones e impregnado por el perfume de las flores que se extienden por doquier, una extraordinaria mujer: Adela Zamudio. Se educó bajo normas de la moral y corrección de la época. Aprendió a leer y a escribir en la escuela católica de San Alberto, solamente hasta el tercer curso de primaria, porque en esos tiempos era la máxima educación que se le ofrecía a la mujer. Pero ella se cultivó con la lectura. Su ansia de saber la hacía acudir a los hombres relevantes de la ciudad en busca de libros y fuentes de cultura de la madre patria, España, y del mundo entero.

Cuando el Partido Liberal sube al Gobierno a fines del siglo pasado, Adela tiene la oportunidad de ser profesora en la misma escuela donde se educó. Posteriormente (1905), fue Directora de la Escuela Fiscal de Señoritas de las ciudad de Cochabamba. Desde ese pedestal vaciaba sus ideas en la juventud y se dedicó con verdadero entusiasmo a la educación de la mujer.

Todas las conquistas que ha alcanzado la mujer en estos tiempos, bullían ya en su alma. Protestaba enérgicamente del plano secundario y de desprecio en que le mujer se encontraba. En su poema “Nacer Hombre” dice:

Una mujer superior
En elecciones no vota,
Y vota el pillo peor;
(Permitidme que me asombre)
Con sólo saber firmar
Puede votar un idiota,
Porque es hombre.

La sociedad conservadora de la ciudad del Tunari, atribuyó el sentido de sus estrofas a alguna decepción amorosa, ya que su vida se convirtió en un solterío largo y penoso. Su seudónimo “Soledad” era el que más correspondía al desierto en que se debatía sus pensamientos. ¿Cómo hablar de matrimonio civil, de una profesión para la “parindera del hogar”, de reformas y de “Liberación Femenina”, en un ambiente estrecho, plagado de beatas y de prejuicios sociales? Pero ella desafió a esta sociedad que no comprendió sus ideas revolucionarias a favor de su sexo.

Su primer libro de versos se titula: “Ensayos Poéticos”, contiene poesías de gran belleza. Es una poetisa neo-romántica. Sus estrofas, siempre profundas en su contenido, llevan el mensaje de la reforma a favor de la mujer y de la clase necesitada.

También cultivó con talento y gusto artístico la prosa. Publicó varias novelas como: “Intimas”, en la segunda parte de ella habla de la psicología femenina. “La Inundación”, “Noche de Fiesta” y otras.

Entre sus cuentos: “La reunión de Ayer”, “El Velo de la Purísima”, “El Diamante”, etc.

Reniega de la guerra, como si la batalla fuera el peor de los crímenes y un terrible desacierto. Hoy desde su tumba oye ese clamor por la paz que el mundo lanza y que tiene por respuesta el silbido de cohetes. En su poema ¿Quo Vadis? expresa:

“Hoy como ayer, los pueblos de la tierra
se arman para el asalto y la traición,
y alza triunfante el monstruo de la guerra
su bandera de espanto y confusión”.

A pesar de haber nacido en cuna de encajes y brocados, la igualdad entre los hombres era uno de sus temas favoritos, y así se dirige al mundo en su mismo ¿Quo Vadis?

¡Siempre en la lucha oprimidos y opresores!
De un lado, la fortuna y el poder,
Del otro, la miseria y sus horrores;
Y todo iniquidad. . . hoy como ayer.

Debido a sus ideas liberales, el grupo social de su ciudad natal, a la que ella pertenecía, la aisló, pero supo sufrir en silencio la indiferencia de amistades y parientes. Fue entonces que le dedica versos a la tristeza:

¿Dime, por qué es el tedio, la tristeza
Que devoro en silencio a todas horas?
................................................

Ah, si al menos, jamás interrumpida,
Me dejaran vivir reconcentrada.
En mi dulce tristeza sumergida
Nada quisiera, ni aspiro a nada:
Porque esta mi interior melancolía
Es más grata y mejor que la alegría.

Como todos los poetas le cantó a la muerte. La espera como a la nada inevitablemente que sigue a la vida cuando dice:

“Pero morir no es detener la marcha,
sólo es dejar el terrenal ropaje;
hundirse en los espacios invisibles
seguir, seguir el misterioso viaje”.

Podemos decir con justicia que esta escritora boliviana ha sido una de las más grandes de América, pero lamentablemente no ha alcanzado la fama de Gabriela Mistral, ni de Juana de Ibarbourou, por la desventaja de haber nacido en una ciudad pequeña donde sus ideas revolucionarias a favor de la mujer, chocaron con el muro de una sociedad cerrada. Se la puede considerar, indiscutiblemente, como precursora de las reformas feministas, que ha alcanzado la mujer en los últimos tiempos, por ser la primera que, literalmente, lanzó ese grito justiciero.

Allá por el año 1926, el presidente de Bolivia, Hernando Siles, le pone la Corona como a una gran pensadora y eximia poetisa de Bolivia y América. Esa Corona fue el máximo triunfo sobre el beaterio de su pueblo.

Murió consciente dejando su epitafio, que se lee en su tumba en el cementerio de Cochabamba:

“Vuelvo a morar en ignorancia estrella
libre ya del suplicio de la vida,
allá os espero; hasta seguir mi huella
lloradme ausente pero no perdida”.

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