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Cayena sin pimienta

Paco Gómez Nadal
Paco Gómez Nadal nos relata su experiencia por Guayana Francesa
Cayena, Guayana Francesa
Fotos de: Paco Gómez Nadal
La selva es hermosa para visitarla y dura para vivirla. En sus suelos pobres en nutrientes es difícil cultivar y lejos de las riberas de los ríos el transporte se convierte en una quimera. Por eso, quizá, por eso, los países selváticos que tiene mar apelotonan a sus gentes en la línea costera. Así pasa en Guayana Francesa: una sola carretera –Que une Saint Georges (frontera con Brasil) y Saint Laurent-du-Maroní (frontera con Surinam)-, una población pequeña (unos 250.000 habitantes) y sólo algunos poblados indígenas y rarezas como la de Cacao en el “interior”. Pero también pude ser que esta densidad marina se deba a otras razones menos ‘naturales’. Por ejemplo, los intereses de la metrópoli, de Francia, en esta colonia a la que no volteó a mirar hasta que, una vez perdidas Canadá, India y Louisiana en la Guerra de los 7 años (1763) no le quedó más remedio que recurrir a las Antillas. A los franceses nunca les interesó mucho la selva. Guayana era puerto para abastecer el resto de las colonias de las Antillas y, ante todo, desde 1852 a 1946, una colonia penal. Llego a Cayena, la capital, y todo me parece contradictorio. Estoy en Francia y en la Unión Europea, en teoría, pero los colores, los sonidos y los sabores hablan de África y de Asia.  Los diferentes aluviones de esclavos y trabajadores han dejado en Guayana Francesa la impronta exótica, pero muy poco ambiente. Creo poder decir, y no equivocarme, que Cayena es la capital de Suramérica más tranquila que he conocido. Pequeña, con algunos ejemplos de arquitectura colonial tropical interesantes pero con poco movimiento (ni de día ni de noche). Igual que Colón se equivocó al traducir el término quechua y pensó que el chile era pimienta; la pimienta de Cayena es en realidad originaria de Panamá o México (como el sombrero Panamá es ecuatoriano). Los colonizadores siempre han tenido problemas con las lenguas originarias y, especialmente, con sus portadores. En Cayena… la Plaza de las Palmeras, epicentro del encuentro familiar cuando cae el sol; el Fuerte Cépérou (del que no queda casi nada, excepto una magnífica vista); el mercado de los martes, cuando llegan los refugiados hmongs a vender sus frutas y hortalizas… poco más. Un punto de partida para conocer un territorio que no es de sus habitantes, con una alta migración de franceses contemporáneos atraídos por los buenos salarios de la administración pública y de la Central Espacial de Kourou, de ríos y selvas prácticamente vírgenes y una visita a la triste historia de los penales de la Isla del Diablo. Pero eso, se lo cuento en la siguiente. Paco Gómez Nadal (1971, Murcia)
Periodista y activista de Derechos Humanos, lleva 15 de sus 20 años de carrera caminando por América Latina y El Caribe. Ahora coordina el portal Otramerica y colabora con medios de ambos lados del Atlántico.

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