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El camino del Choro

Pilar Sierra
Existen vestigios de calzadas precolombinas menos famosas que el Machu Picchu... La que muestra Pilar Sierra está en Bolivia
Bolivia
Fotos de: Pilar Sierra e Iker Iraizoz
Aparte del camino inca que lleva a Machu Picchu, existen otros vestigios de calzadas precolombinas menos famosas pero igualmente deslumbrantes. Uno de ellos es el camino del Choro, en Bolivia, que comienza en zona montañosa a gran altura y avanza por paisajes selváticos. Para realizarlo, se puede tomar un autobús desde La Paz que nos lleve a su inicio, a 4.700 metros de altura. El paraje es agreste y rodeado de picos, y se hace difícil caminar por la falta de oxígeno. Yo me agaché a atarme los cordones de las botas y al levantarme me mareé tanto que tuve que volver al suelo hasta recobrar el aliento. El descenso comienza por un camino escarpado y muy empinado. Los paisajes montañosos son increíbles pero pronto hacen su primera aparición las ampollas. Ya por la tarde se llega a la comunidad de Chucura, donde hay lugar para montar las tiendas de campaña y resguardarse del intenso frío nocturno. El tramo a recorrer el segundo día concede un descanso a los pies pues es más llano. La primera parada es en el poblado de Challapampa, al que se accede cruzando uno de los varios puentes colgantes que encontraremos en el camino. Más adelante comienza la zona selvática, con su penetrante y agradable olor a tierra húmeda. El repelente se hace indispensable al caer la tarde. Ante la necesidad de recargar la botella de agua, un buen recurso es tomarla de una cascada, potabilizar con cloro y después filtrar a través de un pañuelo de tela. Levantarse el tercer y último día se hace muy difícil no solo por el cansancio acumulado, sino por la perspectiva de enfrentarse a lo que los guías llaman “la subida del diablo”. Tras descender hasta cruzar el río Coscapa, comienza esta ascensión que al final no resulta tan extrema, o quizá es que el recuerdo la ha suavizado. Un último descanso se hace en Sandillani y podemos decir que lo duro ha quedado atrás. A partir de aquí hay que descender veintidós curvas de la montaña, pero se trata de un camino sencillo, con un clima suave y sin las complicaciones de la altura. El final llega al avistar la población de Chairo y, presas del agotamiento, tomar asiento mientras se espera el transporte de regreso.

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