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La capital del grafiti

Bernardo Gutiérrez
Las paredes de São Paulo no entienden de lenguas y no hace falta: los dibujos hablan por ellos mismos...
São Paulo, Brasil
Fotos de: Bernardo Gutiérrez
Te quiero es una ciudad negra con aristas blancas que se instala sin permiso en tus pupilas. Te adore es un duende verde que sopla desde una pared forrada de hiedra. Las paredes de São Paulo no entienden de lenguas. What es palabra farfullada por un trompetista azul. Não, não va embora - no te vayas - es un grito desamparado fabricado por un niño de mirada triste. Los muros no saben de idiomas. Los confunden, los igualan, los despedazan. Hablan, sienten, escuchan, en la lengua indescriptible de los colores-formas. Pasear por las calles del barrio de Pinheiros es un continuo tropezarse con grafitis que gritan o lloran: un futbolista de la canarinha (selección nacional de fútbol), una mujer de gafas verdes sobre ladrillos rojos, un supermán melenudo que mira con envidia a un sambista negro. Y es que pocas ciudades del mundo tienen una pasión tan desmesurada por el grafiti. En São Paulo, hasta el propio ayuntamiento pidió a los grafiteros que elaborasen una lista con las mejores obras de la ciudad para no borrarlas. Algunas de las galerías más cool como Choque cultural incorporan con frecuencia grafitis en sus paredes. Respetados museos, como el Museo Brasileiro da Escultura o fundaciones como Fundação Armando Álvares Penteado se rinden de vez en cuando al arte callejero. Por eso, deambular por São Paulo es un paseo por una galería a cielo abierto. Pocas ciudades tienen un Callejón de Batman (Vila Madalena) donde las paredes nunca son blancas y donde los colores renuevan eternamente el paisaje estampado. En el callejón de Batman las niñas son princesas (mayas), Dios tiene el cabello afro y los alienígenas danzan entre paralilepípedos. Entre los 4.000 grafitis del mundo que pueden verse en la galería de Google streetartview.com, 631 son brasileños. La mayoría de artistas residentes en São Paulo, como los aclamados Otávio e Gustavo Pandolfo, Os gêmeos (los gemelos), que ya soñaron sus grafitis en la Tate Modern de Londres. Por eso, en São Paulo, vale la pena dejarse llevar por el ritmo sincopado de las paredes, por los payasos coloridos de los muros, por los rostros picassianos que asisten atónitos a la luces en fuga. O por los mismísimos Ramones absortos en un sueño confuso de píldoras rojas.

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