Bogotá es una ciudad tenaz, cuadriculada por calles y carreras. Aunque también hay avenidas, transversales y diagonales. Las carreras van paralelas a la montaña de norte a sur, y las calles atraviezan las carreras de este a oeste. Para moverse por la ciudad están los taxis, las ciclorutas y el transmilenio, un sistema de autobuses de tránsito rápido. Tenemos la zona centro: institucional y colonial. Aquí está la Plaza Bolívar, el palacio presidencial, oficinas de gobierno, museos, iglesias y barrios históricos como La Candelaria. La zona sur comienza en la calle 1 y tiene residencias y comercios. A patir de la calle 68 está la zona norte: moderna, con comercio, residencias, bares y discotecas. Luego está la zona oeste: con industrias, oficinas y el aeropuerto El Dorado. El cielo de Bogotá se descarga todos los días, suele llover entre las 2 y las 4 de la tarde, por eso el clima es fresco. Aunque dicen que en época de lluvias es peor, se forman ríos de agua y no es raro llegar a clases o al trabajo totalmente empapado. El típico desayuno son arepas con queso y huevos revueltos. Para la merienda hay almojábanas y arepas. Y para la comida sancocho de pescado acompañado de jugo de guanábana, mandarina, lulo o maracuyá. Para una vista panorámica de la ciudad está el Santuario de Montserrate. El servicio del funicular y el teleférico es impecable. En las faldas de Montserrate está la Quinta Bolívar. Simón Bolívar habitó la quinta por primera vez en 1821 antes de partir a la campaña final de la independencia de Venezuela. Descrito como menos que regular, poco menos que mediano, no alto, tampoco pequeño, el Libertador medía alrededor de 1.60 centímetros. En la Quinta Bolívar llama la atención la colección de pájaros disecados, como el ejemplar de quetzal en el salón de juegos,  y también los jardines de estilo neoclásico que evocan villas italianas con fuentes de mármol.