Así empieza mi verano chileno en Santiago: ¡bajo una de las mayores nevadas de los últimos años! Es el 18 de agosto de 2011, acabo de dejar en Madrid sol, cielo azul y unos cuarenta grados… Así es como este país empieza a sorprenderme, y no lo va a dejar de hacer hasta el último instante que transcurro allí. En la maleta llevo ropa de esquí, el plan es ir a pasar un par de días en la nieve… ¡justo! Parece que sí, que el país me está dando su mejor bienvenida. A los pocos días, la nieve ya ha dejado de caer, y en una horita de camino ya estoy en una de las estaciones de esquí más próximas a Santiago: La Parva. Desde aquí puedo admirar las montañas recién nevadas bajo un cielo que se ha despajado, que permite adivinar la presencia de la capital abajo, al fondo del valle, allí donde el aire limpio de las altas cuotas se junta con la inevitable contaminación de la ciudad, rodeada de una pintoresca neblina. Y al fondo, majestosos e imponentes: los Andes. Las pistas casi desiertas de un martes cualquiera de estación ya avanzada, me permiten disfrutar de ese paisaje increíble también desde el grato papel de esquiadora… y por la noche, el sol se pone justo en frente de mis ojos, con pinceladas de nubes rebeldes y rojo fuego.