cine

Alejandro Amenábar

"La música es mi vehículo emocional para conectar con los espectadores"

Entrevista con Alejandro Amenábar

El cineasta Alejandro Amenábar visitó Casa de América y pudimos entrevistarle para hablar de su trayectoria, su mirada artística y su última película, El cautivo, centrada en los años de cautiverio de Miguel de Cervantes en Argel. 

Nacido en Santiago de Chile y criado en España, Amenábar reconoció que esa doble raíz ha influido en su manera de entender el mundo: “Soy fruto de una mezcla entre el mundo latinoamericano y el mundo español, y eso impregna mi cine”. En su familia, marcada por la historia política de ambos países, “se hablaba de todo, sin tabúes, y eso me ha dejado el gusto por la conversación y por abordar cualquier tema en mis películas”.

Sobre El cautivo, su más reciente largometraje, explicó que eligió esa etapa de Cervantes porque “ahí se configura el ser humano y el artista”. Para el director, el cautiverio de Cervantes en Argel no solo fue un episodio biográfico, sino “una experiencia límite que forjó su mirada universal”. Amenábar añadió que en la película quiso mostrar cómo el escritor “se impregna de la cultura musulmana y del contacto con el enemigo”, una influencia que, según él, también está presente en el Quijote, “una road movie donde dos personajes se transforman mutuamente”.

El realizador destacó su interés por retratar la tolerancia en un contexto histórico complejo: “El problema surge cuando la religión o la política excluyen al diferente. Yo reivindico la diversidad y la mezcla, porque levantar muros —físicos, intelectuales o religiosos— no conduce a nada bueno”. Al investigar la época, le sorprendió “la libertad sexual y hasta la homosexualidad tolerada en el Argel del siglo XVI”, algo impensable en la Castilla contemporánea.

Amenábar también habló del equilibrio entre rigor histórico e imaginación: “No estoy escribiendo un ensayo, estoy imaginando el pasado”, afirmó. “Cuando haces cine histórico, debes ser fiel al espíritu de los hechos, pero a la vez proyectas algo de ti mismo. Si solo reprodujera lo que pasó, no estaría creando arte, sino registrando datos”.

Otro de los temas destacados de la conversación fue la música, un ámbito en el que el propio Amenábar compone las bandas sonoras de muchas de sus películas. “La música es mi vehículo emocional, el medio más directo para conectar con los corazones de los espectadores”, señaló. Se definió como “un freak de las bandas sonoras”, admirador de compositores como Hans Zimmer o Jerry Goldsmith, y explicó que trabaja la música con un planteamiento “clásico y casi operístico”, donde cada personaje o tema tiene su propia melodía.

A punto de cumplirse treinta años del estreno de Tesis, recordó aquella primera película como “un sueño hecho realidad”. “Hacer mi primera película con 23 años y que tuviera el reconocimiento de la academia fue increíble”, comentó. “Aunque tecnológicamente está obsoleta, creo que mantiene la chispa del suspense y la química entre los personajes”.

Amenábar reflexionó también sobre la coherencia visual y emocional de su cine: “El género es una guía”, dijo. “Cuando sé si una historia es un thriller, un melodrama o un drama histórico, construyo la atmósfera desde ahí. Imagino mucho las películas antes de escribirlas, las repaso mentalmente una y otra vez”.

En cuanto a los temas que atraviesan su filmografía, aseguró que siempre hay una preocupación ética o filosófica de fondo. “Necesito una inquietud moral para lanzarme a hacer una película. A veces está más visible, como en Ágora, y otras más escondida, como en Los otros, pero siempre está ahí”.

Por último, Amenábar reconoció sentirse en un punto intermedio entre el cine de autor y el comercial: “Estoy en tierra de nadie. Para algunos soy demasiado mainstream y para otros, demasiado sesudo”, dijo con humor. “Lo que intento es mantener la libertad creativa, pero sin olvidar al público. Siempre pienso en el espectador que se sienta en la sala, como ese Alejandro que estaría en la quinta fila viendo la película”.

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