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África existe en América

Paco Gómez Nadal
Este título es redundante, especialmente si tenemos en cuenta que, excluyendo el norte, las Américas tienen 150 millones de afrodescendientes. Pero en Surinam resiste la mayor comunidad de cimarrones que se conoce.
Surinam
Fotos de: Paco Gómez Nadal
Suriname fue una gran plantación (ahora es una gran mina) y en ella llegaron a trabajar hasta 40.000 esclavos. Unos cuantos miles se rebelaron y huyeron al selvático interior. Son los maroons (cimarrones), las comunidades que llevan 300 años manteniendo sus raíces y su dignidad al margen del sistema colonial que aún hoy, en 2011, sigue imperando. En mi viaje tengo la fortuna de llegar a MarchallKreek en un día de fiesta. Este pueblo maroon es una comunidad desplazada. La construcción de la megarrepresa de Brokopondo (que dejó una huella de agua gigante en el centro del país) los obligó a trasladar casas y vidas más cerca de la capital y, por tanto, de la invasión de los terrenos, de la minería, de la ‘contaminación’. Y aquí persisten, en la lucha, como me explica el basia (autoridad local) Wilco Tersteling, por la propiedad de sus territorios comunitarios y por la pervivencia de su cultura. La fiesta de MarchallKreek es un viaje a África, pero nadie va disfrazado, ni hay impostura. Se sienten los ancestros y se siente una cultura viva. Las autoridades tradicionales (los kabtanis) observan desde su edad a los jóvenes bailar al ritmo de la Bigi Pokoe (orquesta tradicional marron que fusiona ritmos y tiempos), y sus oficiales (los basias) hacen de maestros de ceremonia. Hablan, recuerdan la historia, la resistencia contra los esclavistas, la terrible resistencia contra la dictadura militar del que ahora es presidente ‘democrático’… El alcohol circula y se expulsa a la misma velocidad, la del banamba, un ritmo frenético cargado de sexualidad y de sensualidad. Es media tarde y me cuentan como en la mañana se invistió de poder a los nuevos basias y cómo mañana se reanudará la pela contra mineras y gobierno, que se niega a acatar las exigencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que falló a favor de los cimarrones en 2007. Nada ha hecho el Gobierno, mucho han resistido estas comunidades, ahora la mayoría agrupadas en la Asociación de Autoridades Saramaka (ASA), articulada por Hugo Jabini y por Wanze Eduards, ambos premio Goldman Prize a la lucha ambiental. Son seis pueblos marrons (algunos los denominan como tribus) en Surinam (Saramaka, Paramaka, Djuka, Kwinti, Matawai y Aluku) y en total son entre 35 y 40.000 personas. Salvaguardar su cultura y garantizar su pervivencia territorial es básico, al menos, para que al desarraigo de la esclavitud no le sumemos la disolución de su historia. Paco Gómez Nadal/ Otramérica

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