cine

23 de marzo

El lugar sin límites

Arturo Ripstein

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Proyección de la película El lugar sin límites, de Arturo Ripstein, dentro del ciclo 'Clásicos modernos'. Esta actividad se realiza en estrecha colaboración con el Instituto de México – Embajada de México en España, y con el apoyo del Instituto Mexicano de Cinematografía (IMCINE).

México, 1977 / 110’ (+14)

Premio especial del jurado
Festival Internacional de Cine de San Sebastián. España, 1978.

Muestra de Venecia. Italia, 2018. (Competencia - Clásicos de Venecia)

Clásicos modernos

El ciclo Clásicos Modernos está dedicado a mostrar notables películas del cine iberoamericano que han sido restauradas.

La salvaguarda y divulgación del patrimonio cinematográfico es una tarea fundamental de los archivos de imágenes en movimiento. La tendencia actual de restaurar relevantes títulos de la historia del cine permite, no solo su preservación, sino iniciar una nueva vida con el recorrido que emprenden las copias restauradas en el circuito, tanto de prestigiosos festivales que han creado especialmente apartados para su exhibición como son Cannes, Venecia, Berlín y La Habana, entre otros, como en las salas de exhibición no comercial.

Su programación constituye al mismo tiempo, una preciosa oportunidad para que los espectadores puedan revisitarlos o descubrirlos, y se acerquen al cine desde otro ángulo: la preservación y la restauración. También propone destacar el papel fundamental que juegan las cinematecas e instituciones oficiales del sector audiovisual, en la salvaguarda de la memoria y el patrimonio fílmico de la región.

La restauración de El lugar sin límites estuvo a cargo del Laboratorio de Restauración Digital de la Cineteca Nacional de México, que forma parte de la Dirección de Acervos. Esta actividad contribuye a preservar los bienes culturales acumulados por tradición o herencia pertenecientes a toda la nación, a través del archivo y la restauración.

Dirección: Arturo Ripstein.
Intérpretes Roberto Cobo, Ana Martín, Gonzalo Vega, Lucha Villa, Fernando Soler, Julián Pastor, Blanca Torres, Carmen Salinas, Hortensia Santoveña, Emma Roldán.
Sinopsis: En el prostíbulo de un pequeño pueblo sobreviven la Manuela, un trasvesti, y la Japonesita, una joven prostituta hija de un desliz de la Manuela con la fallecida Japonesa. Don Alejo, el anciano cacique del lugar, quiere comprar el prostíbulo para venderlo a un consorcio junto con el resto del pueblo. El regreso de Pancho, un joven camionero ahijado de don Alejo, desata las tensiones entre los personajes.

Fecha y hora
📅 Miércoles 23 de marzo de 2022.
⌚ 19.00.
📍 Cine de Casa de América - sala Iberia. 
▶ Aforo 80 localidades.
Entrada libre hasta completar aforo.
Las entradas se distribuirán en el Punto de Información una hora antes del comienzo de las actividades.

Organizan:

Casa de AméricaEmbajada de MéxicoMéxicoCultura MéxicoCineteca

Dirección: Arturo Ripstein.
Producción: Conacite II.

Productor: Francisco del Villar.
Guion: Arturo Ripstein, José Emilio Pacheco, José Donoso, Manuel Puig. Basado en la novela homónima del escritor chileno José Donoso.
Fotografía: Miguel Garzón.

Escenografía: Kleomenes Stomatiades.
Montaje: Francisco Chiu Amador.
Sonido: Guillermo Carrasco.
Música: Joaquín Gutiérrez Heras, José Padilla.

Intérpretes: Roberto Cobo, Ana Martín, Gonzalo Vega, Lucha Villa, Fernando Soler, Julián Pastor, Blanca Torres, Carmen Salinas, Hortensia Santoveña, Emma Roldán.

Arturo Ripstein (México, 1943)

Director.

Hijo del productor Alfredo Ripstein, comenzó su carrera cinematográfica en 1962 como asistente de Luis Buñuel en El ángel exterminador. En 1965 dirige su primer largometraje, Tiempo de morir, a partir de un guion de los escritores Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes.

Tras dirigir en 1968 su segunda película, Los recuerdos del porvenir, se aleja del cine industrial y funda en 1969, junto a Felipe Cazals, Pedro F. Miret, Tomás Pérez Turrent y Rafael Castanedo, el grupo Cine Independiente con el cual filma La hora de los niños. Durante la década del setenta realiza tres de las películas más importantes del cine mexicano contemporáneo: El castillo de la pureza (1972), El lugar sin límites (1977) y Cadena perpetua (1978).

En 1985, con El imperio de la fortuna, una de sus más brillantes obras que le otorga el reconocimiento internacional, se inicia su vínculo profesional con la guionista Paz Alicia Garciadiego, que continúa hasta la fecha. Con Así es la vida (1999), se convierte en el primer realizador latinoamericano que realiza una película en video digital, formato con el que sigue experimentando en su filmografía posterior.

Otras películas que destacan especialmente en su filmografía son: El lugar sin límites (1977), La mujer del puerto (1991), Principio y fin (1993), Profundo carmesí (1996) y Las razones del corazón (2011), inspirada en el clásico de Gustave Flaubert, Madame Bovary.

Sus últimos largometrajes son La calle de la amargura (2015) y El diablo entre las piernas (2019), estreno mundial en el Festival Internacional de Cine de Toronto, Canadá.

Arturo Ripstein está considerado entre los cineastas más importantes del cine contemporáneo. Su obra ha recibido innumerables reconocimientos, y se han organizado retrospectivas y homenajes en los festivales más importantes del mundo. Entre los reconocimientos a su trayectoria, obtuvo el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Bellas Artes, siendo el segundo cineasta (el primero fue Luis Buñuel) en conseguirlo.

Hace mucho que no pienso en El lugar sin límites. No por rechazo y mucho menos por olvido. Es porque con el paso del tiempo es una película que filmó mi otro yo, ese yo previo que solía ser yo y que se encontraba aun buscando su voz, su timbre, su mirada.

El lugar sin límites fue sin duda un elemento central para encontrarlos, sobre todo porque fue para mí un intenso ejercicio, un aprendizaje en indagar en los ofendidos y humillados, ellos los sobrevivientes que como la Manuela, la Japonesa y la Japonesita que habitaban semi escondidos en los territorios marginales y oscuros de las sociedad; en las afueras de los pueblos polvosos, en los patios de vecindad mohosos de mi ciudad; en las mazmorras de la sociedad.

Es un proyecto que me llegó por carambola, por azar, como casi todas las cosas buenas que me han sucedido. José Donoso por aquellos ayeres vivía en la Ciudad de México, que en los sesenta tardíos se había convertido en vibrante metrópoli de los hispanoparlantes: era liberal, divertida, contestataria y noctámbula. El paraíso, o casi el paraíso parafraseando a Luis Spota. Donoso habitaba en una casita al fondo del jardín de la casa de Carlos Fuentes y Rita Macedo, centro neurálgico de la intelectualidad mexicana de esos tiempos. Yo era participante constante de aquellas veladas. Había pasado de ser niño invisible e impertinente, luego de haber filmado y cosechado éxitos con Tiempo de morir y El castillo de la pureza a participante. De espectador a integrante del grupo, de segunda división todavía, pero integrante pleno al fin y al cabo.

Ahí conocí y devoré los libros de Donoso. Leí por supuesto El lugar sin límites, me encantó, pero no me pasó por la cabeza filmarla. Buñuel, el gran Buñuel, tenía derecho de tanto sobre ella. Pensaba filmarla. Iba a filmarla. El gran viejo llevaba un rato trabajando la idea y estaba preparando el rodaje. Pero, cosas de la vida, había pensado en un actor español de vodevil, famoso en la España pre franquista y por supuesto desconocido en México, para interpretar a la Manuela. Buñuel viajó España a buscarlo y descubrió que el buen cómico había muerto unos años antes. El chasco que se llevó el maestro lo desencantó. Sin ese actor no quería filmarla. Pero Buñuel, que conmigo fue siempre generoso y protector, sugirió con voz casposa “que la filme Ripstein, le va a salir muy bien” y así, sin pensarlo ni proponérmelo, cayó en mis manos el proyecto. Me puse manos a la obra.

Yo tenía una cosa muy clara al empezar a trabajar en el proyecto: no sería una caricatura de los homosexuales, que en su estereotipo más craso poblaban las pantallas de las películas mexicanas de aquellos ayeres; tampoco quería una película gimoteante y partisana que reivindicara la homosexualidad por sí misma. Más que de la homosexualidad quería hablar de ellos: los ofendidos y humillados, y entre ellos se encontraba, también, la Manuela.

Quería hablar del miedo de la Manuela,  pero también del de la Japonesa, de la Japonesita, de Pancho Vega, de las putas al arbitrio de los prejuicios de los pueblos pequeños y miserables, pero también quería hablar de los temores de los machos. Temor de ser marica, lilo, invertido, joto, puto; miedo de que les “haga agua la canoa”. Pavor de sentir deseo por otro hombre y de que se les notara. Quería hablar sobre todo de la intolerancia. Y como decía, de mis miedos. El miedo ha sido siempre el gran motor de mi filmografía.

Así, hice mío el proyecto que me heredaba Buñuel.(…)

(…) Para mi sorpresa -y mi júbilo también dicho sea de paso- la película corrió con magnífica fortuna. En el festival de San Sebastián armó un escándalo y un jaleo que me otorgó una Concha de Plata. En México en pocos días se convirtió en un gran éxito. Las colas para comprar boletos daban la vuelta a la manzana. Homosexuales -todavía en el armario-, heterosexuales tras la sorna, madres de familia buscando emociones vetadas, jóvenes desmadrosos y aterrados… Todos iban a verla.

Una tarde me escabullí a una función cualquiera, agazapado en medio de la obscuridad de la sala. Cuando la Manuela besa a Gonzalo Vega la sala abarrotada de la función sabatina de media tarde se estremeció en voz alta. Un largo y estremecedor “ahhhhhh” se extendió en la penumbra de la sala. Lo mismo que había visto y oído en España.

Había logrado hacer un ruido notable.

En poco tiempo se convirtió en un referente cultural en México. Era muchísimo más de lo que yo en mi fantasía más delirante había imaginado. Para mi azoro, en los ya lejanos años ochenta la primera marcha del Orgullo Gay en la Ciudad de México partió rumbo al mítico Zócalo encabezada por una inmensa manta en la que se leía “México: lugar sin límites”.

Me sorprendió. Nunca pretendí incidir en la realidad como cineasta. Siempre pensé y declaré que mi cine era oficio de artesano en sí, sin propósito social, sin causa. Y mi película sin embargo se había escapado de mis manos y convertido en la película de los otros, con causa social, propósitos, metas. Se había convertido en membrete.

Hoy, a tantos años de su estreno, la película es todavía vigente y recordada. Yo la veo como la película de otro, hecha con los ojos de otro que quizás no soy yo. Sin embargo es mía. Me da nostalgia aquel joven cineasta que no sé bien quién es. Para mí fue y sigue siendo una mirada a la intolerancia, a la violencia ciega, a las masas imbéciles. Porque en ello sigo más firme que nunca. Las masas son atroces. Hay que temerles. Son irracionales, perniciosas, se nutren como caníbales voraces de nuestros prejuicios: contra los homosexuales, los gordos, o contra los que piensan diferente, o los judíos, o todo lo que las asusta y que no entienden… Yo, sin ambages, estoy en contra. (Del blog El lugar sin límites)

Premios

Mejor película
Mejor actor (Roberto Cobo)
Mejor coactuación femenina (Lucha Villa)
Mejor coactuación masculina (Gonzalo Vega)
Premios Ariel. Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas, 1978.

Mejor película
Mejor dirección
Mejor fotografía (Miguel Garzón)
Mejor actor (Roberto Cobo)
Diosa de Plata. Periodistas Cinematográficos de México (PECIME), México, 1978.


Mejor película
Mejor dirección
Mejor actor (Roberto Cobo)
Mejor actriz (Lucha Villa)
Premio del Heraldo, México 1978.

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