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Las razones del corazón

Arturo Ripstein

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México-España 2011 / 119’ www.wanda.es Selección oficial – Estreno mundial Festival Internacional de Cine de Donostia-San Sebastián. España, 2011. Dirección: Arturo Ripstein. Guión: Paz Alicia Garciadiego. Intérpretes: Arcelia Ramírez, Vladimir Cruz, Plutarco Haza, Patricia Reyes Spíndola, Alejandro Suárez, Pilar Padilla. Sinopsis: Emilia, un ama de casa agobiada por la medianía de su vida, por su marido fracasado, y por su maternidad agobiante y mal llevada, siente que se le derrama el vaso de la vida. El mismo día, el mismo maldito día que la abandona el amante distante, la tarjeta de crédito, con la que ha jugado al gato y al ratón por meses, la embarga. Ante su departamento vacío y desolado, la mujer decide tomar aquella decisión tan largamente acariciada, el suicidio. Curiosamente su muerte acerca al marido cornudo y al amante esquivo. La vida, qué duda cabe, es una paradoja constante. Fechas: del 21 al 31 de marzo de 2012. Hora: 20.00. Entradas: -Miércoles día del espectador: 3 euros. -De jueves a sábado: • General: 5 euros • Especial de 3 euros: Mayores de 65, socios de CEDRO y FNAC, carnet joven, NIE, empleados de Iberia y Telefónica, titulares de tarjetas Iberia Plus y Club Fiesta. -Para personas en situación oficial de desempleo: 1 euro. Mediante la presentación del documento oficial válido y actualizado. Taquilla: de lunes a viernes, de 16.00 a 20.30. Sábados, desde las 19.00. Venta anticipada para todas las sesiones, en el Punto de Información de Casa de América y a través de www.entradas.com, mientras la película esté en cartel, excepto para las sesiones gratuitas que se distribuirán en el mismo día de la proyección a partir de las 18.00. Las entradas son numeradas y podrán solicitar el asiento de su elección de acuerdo a la disponibilidad. Recuerda que puedes estar al tanto de todas las actividades de Casa de América gracias a nuestra aplicación gratuita para móviles.   dfty dfty  
México D.F., 1943. Director y guionista. Hijo del productor Alfredo Ripstein, comenzó su carrera cinematográfica muy joven, en 1962, como asistente de Luis Buñuel en El ángel exterminador. En 1965 dirige su primer largometraje, Tiempo de morir, a partir de un guión de Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes. Tras dirigir su segunda película, Los recuerdos del porvenir, en 1968, se aleja del cine industrial y funda en 1969, junto a Felipe Cazals, Pedro F. Miret, Tomás Pérez Turrent y Rafael Castanedo, el Grupo Cine Independiente con el cual filma La hora de los niños. Durante la década del setenta realiza tres de las películas más importantes del cine mexicano contemporáneo: El castillo de la pureza (1972), El lugar sin límites (1977) y Cadena perpetua (1978). En 1985, con El imperio de la fortuna, una de sus más brillantes obras que le otorga el reconocimiento internacional, se inicia su vínculo profesional con la guionista Paz Alicia Garciadiego, que continúa hasta la fecha. En 1997 obtuvo el Premio Nacional de Ciencias y Artes. Con Así es la vida (1999), se convierte en el primer realizador latinoamericano que realiza una película en video digital, formato con el que sigue experimentando en su filmografía posterior. Otras películas de su filmografía que se destacan muy especialmente son: El lugar sin límites (1977/Premio Especial del Jurado en el Festival de San Sebastián), La mujer del puerto (1991), Principio y fin (1993) y Profundo carmesí (1996). Su última película es Las razones del corazón (2011), inspirada en el clásico de Gustave Flaubert, Madame Bovary. Arturo Ripstein está considerado entre los cineastas más importantes del cine contemporáneo. Su obra ha recibido innumerables reconocimientos, y se han organizado retrospectivas y homenajes en los festivales más importantes del mundo.
Guionista, (México).

Estudia Letras y Estudios Latinoamericanos en la Universidad Autónoma de México (UNAM). Ha impartido clases de Historia de América Latina en la UNAM y en la Universidad Iberoamericana, además de haber realizado numerosos trabajos, siempre en el área de las ciencias sociales. Redescubre la escritura de guión –olvidada desde su paso por las letras- cuando escribía guiones para cómics, televisión y emisoras culturales de radio, enfocados, en un principio, en el género histórico, y paulatinamente más en la ficción. En los albores de 1985 conoce al director Arturo Ripstein, y en ese mismo año escriben en colaboración, El imperio de la fortuna. Desde entonces comparten casa y trabajo. La colaboración en las películas de Ripstein como guionista, continúa con: Mentiras piadosas (1988), La mujer del puerto (1991), Principio y fin (1993), La reina de la noche (1994), Profundo carmesí (1996), El evangelio de las maravillas (1998), El coronel no tiene quien le escriba (1999), Así es la vida y La perdición de los hombres (2000), La virgen de la lujuria (2002), El carnaval de Sodoma (2006), y Las razones del corazón (2011).

Ha participado como asesora de guión para América Latina, entre otros, en los laboratorios de guión del Instituto Sundance, realizados en los Festivales de Cine de Guadalajara. Colabora regularmente como asesora de guión en el Curso de Desarrollo de Proyectos Cinematográficos Iberoamericanos que convocan anualmente Casa de América y la Fundación Carolina.

Entre los reconocimientos más importantes concedidos a su obra: Primer Premio por el argumento y guión de Mentiras piadosas en el Festival de Cine de Bogotá, Colombia.

Primer Premio en el Concurso de Guiones Inéditos del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana por la Reina de la noche.

Premio al argumento y adaptación al guión en el Festival Internacional de Cine de Estambul por Principio y fin.

Primer Premio en el Concurso de Guiones Inéditos del Festival de La Habana y Ocella de Oro al Mejor Guión en la Muestra Cinematográfica de Venecia por Profundo Carmesí.

Concha de Oro al Mejor Guión en el Festival Internacional de Cine de Donostia-San Sebastián por la Perdición de los hombres.

Premio del Festival MadridImagen y del Programa Ibermedia por su relevante trayectoria como guionista (2010).

Notas del director Probablemente uno de los personajes más conocidos de la literatura mundial sea el de Emma Bovary. Y al mismo tiempo, qué duda cabe, uno de los más desconocidos. Emma fue aplastada por el dictum de Gustave Flaubert, su autor: "Emma soy yo.” Emma, provinciana ilusa, trepadora, ñoña, quedó disminuida, desdibujada tras la figura de su autor. Nada más falso. Emma y su creador poco y nada tenían en común. Flaubert fue lúcido, punzante, acre crítico de la sociedad que lo perpetró. La revisó, hizo la disección con la frialdad de un entomólogo de pueblo. Emma en cambio nunca pudo ver más allá de sus narices. Sus alcances, al igual que sus ambiciones fueron magros. Nunca alcanzó a ver más allá de una decena de millas de su pueblo gris, monótono y provinciano. A Emma la sofocaba su vida, su marido, su hija, su rutina, el olor de su cocina, ella padecía junto con ellos la misma factura pobre, magra, deslavada. Sin embargo, con el paso de los años: heroína, novela y autor se fundieron y alcanzaron no sólo el mismo relieve sino, incluso, la misma reverencia. Una lectura desapasionada al día de hoy nos revela a un personaje poco o nada admirable: egoísta, trepadora, infantil, ilusa. Pocos, sin embargo, se atreven a externarlo en voz alta. Nadie puede rebelarse contra Emma Bovary. Mal pensar de Emma es mal pensar de Flaubert. Punto y basta. Tal confusión nos ha llevado a una ecuación curiosa. Reverenciar, justificadamente, una novela cruel e implacable, como injustificadamente a su personaje central, la adúltera fatua e ilusa. Llegué a tales conclusiones la última vez que leí Madame Bovary, hace un par de años. Impulsado por la misma visión concluí que el personaje con el que yo me podía identificar más fácilmente era el del marido: el señor Bovary, tan desdeñado, tan resignado, tan consciente del engaño de su mujer, tan capaz no sólo de perdonarla sino de asumir el adulterio, de elaborar una fantasía en torno a la mujer vacua con tal de preservar su recuerdo, su imagen, y seguirla amando después de la muerte, después del desamor,después de la traición. Empecé pues a trabajar en una historia del adulterio visto desde los ojos del marido cornudo. Y sin embargo, Emma surgía. Pensé en consecuencia que Pierre Bovary era el más moderno de los personajes de Flaubert. El más contemporáneo de nosotros los pobladores de este siglo nuevo que con tan malos colores se abre ante nuestra mirada atónita. Surgía una y otra vez, por encima de sus mezquindades y sus pequeñeces. Surgía por encima de su miopía amorosa y convencionalismos ñoños. ¿Por qué se negaba a desaparecer de entre mis ojos, de entre mis páginas? Muchas veces traté de deshacerme de ella y centrarme en el marido desdeñado. Tantas otras volví a ella. Hoy, luego de haber cedido a los reclamos de Emma, luego de haber seguido sus cuitas y sus desesperos, me pregunto cómo hizo para amarrarme a su enagua. Y ya con el trabajo pertrechado a medias me respondo: fue la angustia de Emma, fue su pacto morboso con la muerte a la que aparentemente andaba buscando lo que me hipnotizó. Emma me imantó, me enamoró con su angustia, con la certeza de las pocas horas que le quedaban por delante. Porque esta mujer de tan pocas luces y alcances, frente a la muerte alcanza una extraña lucidez y amarga sabiduría que desdicen de tajo sus largos años previos. Y es ese enfrentamiento, frío, duro y cortante con el destino que ella misma se ha perpetrado lo que al final de cuentas me mucho más a los ojos que al alma. Puede decirse que yo y los de mi especie pensamos con los ojos, sentimos con la mirada. Por eso me dediqué a tratar de capturar su rabiosa desesperación durante sus últimas 48 horas de vida. Traté de preservar la extraña mezcolanza de motivos que llevan a alguien, una mujer endeudada, un adolescente reprobado, un hombre despedido, a tomar una decisión irreversible: la muerte por propia voluntad. La desesperación, qué duda cabe, obnubila la mente más clara y siempre me ha parecido que, en la experiencia propia y ajena que he tenido a la mano, la angustia no calibra ni mide: mezcla en saco roto las trivialidades más absurdas con los motivos más íntimos y profundos. Para Emma las razones del suicidio son múltiples, variadas y, por momentos, una resulta tan importante como las otras: el abandono del amante, la humillación por el nuevo amante pasajero y de turno, el abandono de la hija, la pobreza de su departamento, la incapacidad de competir con las amigas, el deterioro del cuerpo luego de los treinta años. Su muerte la explica y la engrandece, la saca de su miseria cotidiana. Al final, todos y cada uno pusieron su granito de arena en la muerte de Emma, (Emilia en el caso de mi película). Los únicos que parecen entenderla al final son Javier, su marido y Nicolás su amante, quien más que comprenderla a ella, comprende y respeta al marido que él mismo ha cornamentado. Su muerte es una gran puesta en escena. Una tragedia agridulce que resume a las paradojas de la vida misma. Luego, al margen, la vida de todos los días sigue adelante.

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