cine

Del 15 al 25 de enero del 2020

El Ángel

Luis Ortega

Proyección de El Ángel, de Luis Ortega.

Argentina-España, 2018 / 117’ (+12).

Festival Internacional de Cine de Cannes. Francia, 2018. (Un Certain Regard)

Dirección: Luis Ortega.
Intérpretes principales: Lorenzo Ferro, Daniel Fanego, Cecilia Roth, Chino Darín, Luis Gnecco, Mercedes Morán, Peter Lanzani.
Sinopsis: Buenos Aires, 1971. Carlitos es un joven de rostro angelical, rizos dorados y cara de niño. Cuando llega a la adolescencia descubre su verdadera vocación ser un ladrón. En la escuela conoce a Ramón, hijo de una familia de delincuentes y preparan juntos su próximo golpe. Ahí dará comienzo una vida llena de pasión, robos, mentiras y asesinatos que convertirán a “El Ángel” en el mayor asesino de la historia de Argentina.

Fecha: de miércoles a sábados del 15 al 25 de enero de 2020. 
Hora: 19.30.
Lugar: cine Casa de América. Sala Iberia.

Iberia

 

Aforo: 90 localidades.
Entradas:
General: 5 euros.
Entradas con descuentos:
2,50 € Usuarios de la tarjeta DMM.
3 € Estudiantes de cine, mayores de 65, carnet joven, empleados de Telefónica e Iberia y titulares de Iberia Plus e Iberia Singular.
1 € Desempleados. 
Imprescindible presentar acreditación.
Taquilla: En el Punto de Información (Plaza de Cibeles s/n). De lunes a viernes de 11.30 a 14.30, y de 16.30 a 19.30. Sábados de 18.30 a 19.30.
Venta anticipada exclusivamente de lunes a viernes.
Se acepta el pago con tarjeta, para compras superiores a 7,99€.

Casa de América

Dirección: Luis Ortega.
Producción: Kramer & Sigman Films, Underground Contenidos (Argentina), El Deseo (España).
Coproducción: Telefe (Argentina).

Productores: Hugo Sigman, Sebastián Ortega, Pedro Almodóvar, Agustín Almodóvar, Matías Mosteirin, Esther García, Leticia Cristi, Pablo Culell, Axel Kuschevatzky.
Productores ejecutivos: Micky Buye, Javier Braier.
Guion: Luis Ortega, Rodolfo Palacios, Sergio Olguín.
Fotografía: Julián Apezteguia.
Dirección artística: Julia Freid.

Montaje: Guillermo Gatti.
Sonido: José Luis Díaz.

Intérpretes principales: Lorenzo Ferro, Daniel Fanego, Cecilia Roth, Chino Darín, Luis Gnecco, Mercedes Morán, Peter Lanzani.

Realizada con el apoyo del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA/Argentina) y el Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales (ICAA/España); con el financiamiento del Instituto de Crédito Oficial (ICO/España) y la participación de Radio Televisión Española (RTVE).

Luis Ortega (Argentina, 1980)

Director y guionista de cine y televisión.

En 1999, con diecinueve años, dirige su opera prima Caja negra, que formó parte de la competición internacional del Festival de Cine de Mar del Plata, donde obtuvo el Premio Especial del Jurado. En 2005 participa en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián dentro de la sección Horizontes Latinos, con su segunda película Monobloc. En 2009 dirige Los santos sucios y en 2011 Verano Maldito. En En 2012 dirige Dromómanos, con la que obtuvo el premio a Mejor Director en el Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI). En 2014 dirige Lulú protagonizada por Nahuel Pérez Biscayart y Ailín Salas.

En el año 2015 incursiona en la televisión y escribe y dirige Historia de un clan, serie de once capítulos con la que obtuvo enorme repercusión de crítica y audiencia. En 2016, asume la dirección de los primeros dos capítulos de la serie El marginal.

El ángel, su último largometraje hasta la fecha hizo parte de la selección oficial del Festival de Cannes (Un certain regard), fue un suceso de taquilla en Argentina, y ha recibido numerosos reconocimientos a nivel nacional e internacional.  

Cuando estás creciendo todo es una imposición. Por eso el delito se naturaliza como una extensión del deseo de libertad. Una especie de derecho natural. A veces no tiene que ver con hacer el mal, sino con sentirse vivo. Y la manera más rápida de hacerlo es ponerse en la línea de fuego. Puede ser que un chico actúe motivado por algo que sólo para él es evidente: como la certeza de que Dios lo está observando de cerca, o de que el mundo es algo apócrifo y que lo correcto es violentarlo.

Carlitos actúa como una estrella de cine. Como si creyera que lo están filmando. Quiere impresionar a Dios, llamar su atención. Percibe que todo es una puesta en escena, que ni siquiera la muerte es real. Camina como él imagina que camina una leyenda, roba como un bailarín y desprecia la naturaleza por una sospecha prematura de que todo destino es una emboscada.

Para hacer esta película me inspiré muy libremente en la historia de Carlos Eduardo Robledo Puch, llamado ángel negro, ladrón que entre 1971 y 1972 mató a once personas por la espalda o mientras dormían. Como si la muerte fuera una abstracción para él.

Desde muy chico sentí una atracción por la delincuencia. Muchos personajes de películas foguearon esta fascinación y en gran parte me impactaban desde lo estético, pero de raíz correspondía a una demanda física de adrenalina. Eso me identificaba con ellos.

Al encarar la historia de un niño asesino devenido en ladrón decidí seguir la tradición del cine donde el acto de delinquir es una declaración de principios, una extensión de la infancia, una celebración, y no una experiencia necesariamente violenta o realista. De entrada, quise presentar el robo como un acto bello, como una ofrenda al espectador.

Es muy atractivo seguir a un personaje que se siente un espía de Dios, es fascinante verlo actuar, porque lo hace para un orden superior. Tiene la vara muy alta con respecto a quién hay que impresionar. O sea, está esperando a Godot a los tiros. Está actuando a fondo por las dudas. Porque piensa que al final todo puede ser una película.

Cometer un crimen puede revelarte rápidamente quién sos. En un mundo donde casi nadie sabe quién es, el crimen da una identidad. Por eso es tan tentador para las almas perdidas.

Carlitos siente que la naturaleza es una maquinaria sin piedad, por lo que toma distancia de ella. La ve como un artificio amenazante. Decide no reaccionar como se espera que reaccione un ser humano: desconfía de la legitimidad de aquello que puede producir una emoción (como la muerte de una persona). Rechaza deliberadamente la emoción automática, como si lo previsible fuera algo de lo que uno se puede deshacer. Eso lo hace tener un comportamiento de psicópata sin ser un psicópata.

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